Nunca la deje caer en mi olvido, es imposible huir de sus
rincones. Las baldosas de sus calles cuentan historias dignas de genios, de
locos que todavía están por descubrir. La imaginación es una casa de cal,
sencilla y blanca por fuera, compleja y fresca por dentro. Me siento como un extraño en ella, aquí todo el
mundo mira la estampa de todo el mundo y las historias ocupan el tamaño exacto del
universo, no tienen límite. Los pequeños
olvidan cada vez más deprisa la maravillosa torpeza de la infancia. Yo siempre me
sentí un niño en ella, hice de su sombra el lago eterno de mis pupilas y me
bañe en su memoria todos los días de mi edad infantil.
Nunca aprobé geografía y siempre discrepe con la ciencia. Yo
me niego a afirmar que el mar es finito, nunca vi final al espejo del cielo. Un laberinto de hojas despeinadas forma el
velero de mi musa, de la lágrima que la enmarca. Aquí me siento triste pero no
huérfano, la gente envejece a un ritmo diferente, las inquietudes son una serie
monótona y aburrida, pero es difícil no enamorarse de la soledad, del precio
que todo hombre paga por ser libre.
Bellísimo, Simón !! Un fuerte abrazo
ResponderEliminarMuy bello texto. Felicitaciones. Un fuerte abrazo desde Miami.
ResponderEliminarJeniffer Moore
Es precioso Simon, cuanto amor contenido hacia tu tierra,
ResponderEliminarhacia tu infancia, admiración hacia sus piedras, su historia, sus viejos
y sus olvidadizos niños.... Sería un magnifico y sincero reclamo publicitario hacia Carboneras, sin nada de paja, solo el grano .
Un abrazo Simon, sigue escribiendo.
Maite
lindo, muy lindo...abrazo desde Argentina!
ResponderEliminar