Habíamos destripado las hojas secas del otoño,
la cobardía, otra anécdota, saltaba por las ventanas de la
piel
y la vida, todo, buscaba un vaso donde llorar.
Conquistamos a todos los silencios solos,
a todos los sueños equivocados que hoy duermen
sobre el corazón vencido de las letras.
Y sabes, tenías razón, perder era casi todo,
todo lo necesario para recordar que quizás
en este invierno tan inacabado, la primavera,
por culpa de los aeropuertos, no termine de llegar.