jueves, 19 de julio de 2018

Crucigrama


En una fiesta donde todos bailan
a los dos nos ha reconocido la lluvia.

Sé que no venimos solos,
nos acompaña el silencio de la ropa sucia,
el abrazo de las fotos a medianoche,
las sábanas sin sueño del café.

El reloj no marca la huida exacta
pero la excepción hoy quiere ser bosque.

Olvida la edad de mi equipaje,
el rumor de los caminos a mediodía,
porque el daño no tiene a donde ir
y busca habitar esta conversación.

En aquella mesa, si quieres,
podemos empezar a tocar un tiempo
que hace años no habla de nosotros,
salir de la casa enferma, pedir dos copas.

Tú también conoces el frío,
la urgencia del otoño en la herida.

Te delata un re menor en las pupilas,
las paredes del invierno en las mejillas,
la huelga del ya mismo, quizá luego,
cuando la prudencia tiene sus planes.

Pero esta mirada ocupa un desierto
y sabe que el amor no siempre acaba mal.

Qué hay duda en tus labios,
huellas de hielo y luz en el sofá,
olas de sal y sueños en las palabras
que pasean descalzas por la botella.

Y, sin embargo, también mar,
olvido con tacones de calendario,
paz clandestina en la trinchera
de quien acostumbra abrazar un crucigrama.

Puede que afuera no seamos tan tímidos,
que la noche tenga razón.

Porque en un charco de soledad,
la culpa no entiende de pasaportes.
Tampoco vamos a engañarnos,
no soy un amor de andar por casa.

Quizá otro viaje fuera de fecha,
el peaje de un beso al exilio
pero que regresa en un bostezo
cuando la luz del día es una ambulancia.

Por eso, si quieres,
empieza por desnudarme la boca
y deja que mi insomnio roce tus manos,
juguemos a los dados contra Dios.