sábado, 28 de julio de 2012

CARBONERAS... (NOS VEMOS EN SEPTIEMBRE)


Una conocida italiana dijo de su castillo que era un coctel de armonía musulmana y cristina, una fuente donde beber cultura.  Su historia, nuestra historia, es el anonimato y el silencio, la hoja flaca y morena  que sin quererlo, hoy, le da sentido a todo.  Dicen los historiadores que fue la fortaleza del hombre, la fortaleza de los justos. Solo dejó paso a aquello que venía para quedarse. Yo tengo la sospecha de que vestida de mora siempre fue más bella, al igual que su madre, al igual que su abuela. La cultura vista desde la media luna fue siempre más bonita que soportando una cruz.

Aquí los hombres se enfrentan a su verdad de una manera hostil e indiferente. Nunca rompieron su compromiso con la pureza, me vienen a la cabeza fragmentos de un poema de Miguel Hernández y con una estricta dureza emocional maldigo a todo necio que hace negocios con el odio.

Descanso mis letras en su glorieta, los primeros años de mi vida allí se resumían en un balón y en las regañinas de una señora. Corretear esquivando los coches, atropellar a las tardes, derribar  la rutina, esa sensación de que nada acaba arranca de mi boca una sonrisa.  Soy feliz con esto, lástima que no dure más tiempo.





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En aquel patio grande duermen las musas de los breves su alma. Recibió el nombre de andaluz, no sé el motivo, pero es lo más cerca del paraíso que estarán los dioses.  Los pájaros vuelven al lugar donde amaron la vida, donde un día mi frente soporto todo el peso del mármol. Respiro y apunto en mi cuaderno un deseo: “Ojala la Señora Institución no hubiera pasado por las armas”.  Algún loco entenderá esto.

Es cierto que la vida vive tras el gatillo de una pistola. Aquí, en el manto verde que la cubre, la libertad juega con ventaja y la tristeza muere tras el llanto del agua. El aliento del aire me lleva a saber quién soy. Arte y patio, palmas y cante, versos con faltas de ortografía. Recibí una herencia digna,  la humildad.

domingo, 22 de julio de 2012

Donde habita San Antonio....


De pequeño siempre iba a misa pero como no encontré mi parlamento en la iglesia empecé a buscar a Dios en la taberna. Recorro las calles flacas  y me situó delante del templo donde habita San Antonio.  Yo siempre le he tenido devoción a los santos sin embargo no me pasa lo mismo con la virgen. Ahora es todo más nuevo pero me recuerda a los bosques de cemento, al corazón de las ciudades. La sombra es más grande y sin querer miro la cicatriz de mi rodilla derecha. Soy muy consciente de que me acompañara toda la vida.

Entró como quien se busca en su engaño. Recuerdo el sermón de la montaña y aquel cura digno, muy alejado de los perros viejos del escaño clerical. Siempre intentaron buscar la comunión entre una belleza pura y una inexistente verdad. En algún diario leí que arriendan sus bancos, que alquilan su palabra y que adornan al cariño. Bodas, bautizos, sobres, caspa y cementerio. Son palabras que no caben en un verso. No en el mío.

Fuera todo parece distinto, una habitación ventilada, el anticipo de un suspiro,  la invitación a la calma, la dureza del pasado. Yo soy de los que portan santos, de aquellos que defienden el alma de los pueblos pero no me busquen, no me verán robar en un cepillo, tampoco echar una moneda.


miércoles, 18 de julio de 2012

Donde duermen los barcos...


El fruto más sabroso de mi recuerdo es la inocencia. Una inocencia que la desnuda a mi paso y  aleja a la envidia que la enmarca. Nadie es actor secundario, todos ocupan la primera fila del telón. Las cartas no tienen dirección, son del primero que se adueña de ellas y todo capítulo de su historia es anónimo. Nadie me nombro a ningún héroe nacido en ella, yo recuerdo a todos los que cuidan del mar para que el mar cuide de ellos. Últimamente vale más el dinero que la dignidad en esta rama, por eso el miedo y la rabia forman parte de muchas familias, las mismas que ven en el futuro no un derecho, si una utopía.  

Me detengo delante del fuerte donde duermen los barcos, todo lo dicho antes no se compara con esto, aquí todo parece más humano, será porque el silencio toma el papel de guía o porque las navajas visten canas o simplemente, porque en verano, el mar decide serle fiel a todos sus amantes.

En las ciudades todo es diferente, es todo ruido, inútil, sin sentido, el tiempo es una calle donde los extraños juegan a encontrarse y el corazón siempre anda triste por algún motivo. Me encuentro con un señor que discute con la muerte y estoy seguro de que es inmortal. Es difícil de explicar con palabras pero se puede decir que no ha perdido la costumbre de mirar al cielo. Me para y me pregunta por la vida, yo resumo mi historia en una sonrisa, la misma que él me devuelve sin entenderme.

Este lugar parece tener todas las respuestas. Yo me miro en la sombra de los barcos y veo la dureza con la que te trata la opinión ajena. Mi padre es pescador de nacimiento, nunca tuvo patria pero si madre. Trabaja desde los doce años y el tiempo solo le regala fatiga. Muchos dicen que  Carboneras no ha tenido suerte, que su biografía es fruto de un dulce fracaso. La suerte no tiene letra ni himno por eso, contra lo que todos dicen, decidí buscarla en mis padres,  en la certeza de la duda.

Un  arco iris de piedra me invita a sentarme, lo hago y sigo el ejemplo de aquel hombre viejo desgatado por la vida. Miró al cielo, parece que no hay nada más. A veces pienso que el hombre invento mal el mundo, no sé quien creó los segundos pero  merece ser juzgado poéticamente.

viernes, 13 de julio de 2012

El Laberinto


Hasta llegar allí, a aquel cortijo de cal, a aquella casa perdida, al caballo blanco que ilumina el paisaje negro, descubrí que el amor para el tiempo,  que el tiempo para al amor, pero no lo olvida.

Siempre llamo a mi inquietud ese trozo de brisa, era aquello que la razón tacha de nuevo y la pluma de nostálgico, es una desconocida, amor a primera vista, lo único que existe.

Tan indisciplinado en forma, libre, al igual que todo gitano, su alma no tiene dueño. Su sencillez, su hermosura, la inquietud de un niño, su tesoro. Así se ve, se siente y se recorre. Paloma blanca que camina, paloma blanca que llora.


Para la poesía el único tema es la poesía, para esta sensación no hay tema. Todo es más seguro que un te quiero. Aquí el aire va vestido por otra falda, por seis cuerdas, por la nota de la espera.  Yo mezclo mi pluma con su mirada, deshojo mi vida a sus pies, prefiero perderme, fundirme y morirme en El Laberinto. Fruto de otra madre pero igualmente hijo. Yo me tengo muy claro pero nadie me entiende. Aquí el hombre vuelve por su muerte y el poeta deja la vida por sus versos. Bendito trozo de luna, yo quiero encontrarme contigo.

lunes, 9 de julio de 2012

LA MAR DIVINA


Nunca la deje caer en mi olvido, es imposible huir de sus rincones. Las baldosas de sus calles cuentan historias dignas de genios, de locos que todavía están por descubrir. La imaginación es una casa de cal, sencilla y blanca por fuera, compleja y fresca por dentro.  Me siento como un extraño en ella, aquí todo el mundo mira la estampa de todo el mundo y las historias ocupan el tamaño exacto del  universo, no tienen límite. Los pequeños olvidan cada vez más deprisa la maravillosa torpeza de la infancia. Yo siempre me sentí un niño en ella, hice de su sombra el lago eterno de mis pupilas y me bañe en su memoria todos los días de mi edad infantil.

 
Nunca aprobé geografía y siempre discrepe con la ciencia. Yo me niego a afirmar que el mar es finito, nunca vi final al espejo del cielo.  Un laberinto de hojas despeinadas forma el velero de mi musa, de la lágrima que la enmarca. Aquí me siento triste pero no huérfano, la gente envejece a un ritmo diferente, las inquietudes son una serie monótona y aburrida, pero es difícil no enamorarse de la soledad, del precio que todo hombre paga por ser libre.