lunes, 14 de julio de 2014

Recuerdo...

Recuerdo que la distancia guardaba muchas veces la tranquilidad de los años en sus pupilas. No siempre fue tan malo acordarnos de aquel verso que jugaba a ser Dios entre las seis cuerdas de una guitarra, de aquellas tardes donde las palabras eran una llave que abrían todas las puertas del cielo. Las nubes eran un sofá donde apoyar a la memoria y la cerveza, que cerraba el punto final de los finales, era la bienvenida de una poesía contigo pero sin ti. Tras años de espera en la trinchera del silencio ambos hemos llegado a la misma estación, a la conclusión de que los castigos de los niños muchas veces son un privilegio para los adultos.



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