Tras la presentación de Si los coches hablaran en Carboneras, el pueblo donde nací, a uno le toca reflexionar sobre algunas cosas.
En primer lugar quiero dar las gracias a Miguel Galindo y a Francisco Hernández Benzal por estar al pie del cañón en una presentación atípica. En segundo lugar quiero pedir perdón a toda Carboneras pues la organización y la acústica no pudieron dar la impresión excelente que merecía el acto. Y en tercer lugar quiero invitar a todo el mundo a reflexionar sobre el papel que debe jugar la cultura en nuestro pueblo, si realmente ocupa el lugar que merece y si a quién le corresponde la promociona de la manera adecuada.
En verano organizaremos varios actos, eventos en aquellos rincones donde la poesía y la cultura que representa a los carboneros se encuentra representada como merece. Quiero volver a pedir perdón a todos los asistentes pues no es justo que se perdieran los matices de un libro que los merecía por el homenaje que guardaba a Carboneras. Al final entre unos niños maravillosos y un poeta enamorado de sus orígenes salvaron los platos pero la próxima vez, quizás, podrían romperse.
(Por cierto, yo prefería la bandera de Andalucía)
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