domingo, 2 de diciembre de 2012

No hay nadie en el espejo

Por Cheska;

LA PROMESA DE LA POESÍA SE LLAMA SIMÓN. Había hablado por Facebook con Simón Hernández. No lo conocía en persona, salvó de un intercambio de holas y algún beso, pero hace algo menos de un mes cuando estuve unos días por Carboneras aproveché mi viaje 
para tomarme unas cervezas con él. Demasiado corazón y autoresponsabilidad para tan sólo 20 años. Creo, y espero no equivocarme, que dentro de años dará mucho de que hablar. De momento, este “traficante de palabras” empieza a sonar en el mundo literario con un grito de juventud, rebelde pero sereno. Sus versos destilan presente, su caminar diario. Palabras que buscan el acecho de la vida, atrapadas en un vicio que se llama poesía. Un rayo que no cesa, con alma de inocencia infantil. Es un poeta que recibe influencias de diferentes autores como Miguel Hernández, Antonio Machado, Cernuda, Quevedo y el canalla de Joaquín Sabina. Entre sus versos se vislumbra su humanidad y sinceridad con temas universales como el amor o la muerte, y su poesía es una estación de tren donde los olvidos hacen cola para llegar al olimpo del corazón. Frente al espejo es un coctail de recuerdo, amor, admiración y rabia social. Un alimento curativo para disparar las balas del tiempo, reírse de la crisis, o absorber el último trago de la botella del destino. Cuando vuelvo a ojear y releer los poemas de Simón siempre acabo diciendo: Se gana por derecho propio un lugar entre los grandes. Da aire a las ilusiones, aniquila el miedo y destroza la lata de conservas en la que cada uno ve el miserable mundo. Y cómo a él le gusta llamarse “somos buscadores de letras en tacitas de sueños”.

Llévame a donde el cielo habite desnudo,
al lugar donde la esperanza no salga tan cara,

quiero besarte en una sonrisa despierta,
la misma que tú quitas de mi boca...

Simón, suerte; y gracias por compartir tus sueños y pesadillas con nosotros/nosotras.

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