
Firma de conocimiento,
ojo de otra mirada,
lucha que crea arte
por encima de quien lo haga.
El juez que juzga a la musa,
la musa que no viste de Prada,
el libro donde Eva y María
calzan parche de pirata.
El lobo que antes mordía
desnudo posa ante la Maja,
una Maja que baila con el viento
cuando el tequila no emborracha.
Zapatilla que recorre el invierno,
tacón rojo sin peineta,
avenida del cielo que nunca
paso por una bragueta.
Risa que se pierde,
lágrima que no llega,
silencio que se rompe
cuando no se rompen las letras.
Un pecho que grita
en el tiovivo de un pezón,
una madrugada servida
entre los restos de corazón.
Mi trencita de la aurora,
rubia, morena, pelirroja,
locutora de la emisora
donde narro mi desamor.
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