
"Habrá un día en que todos
Al levantar la vista
Veremos una tierra
Que ponga libertad"
(A José Antonio Labordeta Subías)
Como buen siervo de la costumbre,
en el día de hoy, de este mes de marzo,
mis pensamientos hacen por acordarse,
que al final de cualquier camino
mi pulmón reclama aire.
Y también siendo
simplemente justo
con esta suave y calmada
fuente que pide mi sangre,
declaro que no es justo,
siendo juez de mi parte,
matar a cualquier vida,
que una vida llame madre.
Observo,
y lo hago bastante bien,
pero veo como torpemente puedo.
Ya no florece el cante de aquellos
dos vuelos tejidos al viento,
pajarillos que se cubren con hojas ciegas
destruyendo su nido,
a la vez que su alma se agrieta.
A veces miro a mi amor,
y por platónico que sea,
le confieso ser un cazador
lleno de balas llamadas utopías.
Somos el tic-tac de las risas,
y no quiero que ninguna de estas
adelante el ritmo de la prisa.
Tengo la esperanza de ver
al sol dormido sobre mi cama
una libertad casada con la sonrisa,
y una tierra ahora marchita
donde sembrar la esperanza,
que en la mentes se encuentra
dormida.
Prefiero el despacio antes
que la llegada madrugadora,
para cuando haya en juego
un pétalo de flor teñido con la vida.
No soy amante del silencio
que ruge en los arboles bajo
dictadura.
Cuidemos las necesarias herencias,
pues algún día se cerrara el mar
y navegaremos solos pero sin esta
derrochadora y vacía venda.
Encerré mi creencia en el agua
que baña los mares de trigo,
nacieron versos frescos,
murieron discursos marchitos.
Hubo un hombre llamado Labordeta
que me enseño a no ponerle precio
a los tinteros de los poetas.
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