“Es cierto que la vida de un poeta se agarra a las letras de
sus versos. Es cierto, también, de que en ese instante el corazón se te para y
deja de ser tuyo para convertirse en un lugar público. Pero no es cierto que
alguna vez me hayas visto desnudo, no como el amor se merece”.
Estas letras las escribí hace tiempo y créanme, el tiempo no
ha borrado el color de su estampa.
Cuando queda menos de una semana para presentar “Si los coches hablaran”
en El Escenario 17 (San Diego 17) la
cabeza huye de todo, como la noche del primer rayo, y se queda en ese folio tan
caliente que se llama recuerdo. Son tantas las personas que pasan por la vida y
dejan huella, tantas las palabras que retumban en la memoria, tantas las fotos
que tardarán una vida en romperse que a veces imagino una sala con todas ellas.
Son tantas las sonrisas, las copas, las lágrimas, las confesiones que a veces
pienso que tengo la mejor vida del mundo.
No por eso me quejo menos, yo también soy tan miserable como
todo el mundo, pero que le quiten lo “bailao” a este perseguidor de claritas
del alba. Falta muy poco para volver a reunirnos en torno a un verso y no puedo
dejar de pensar lo que ha cambiado mi vida desde que vine a esta ciudad, la
niña que quién la tiene la deja sin barrer y quién se acuesta en su falda lo
besa como al primero.
Saben, lo que pase el martes 28 va a quedar entre nosotros
porque cuando unos labios se riegan con amistad y cariño quizás lo que menos
importe sea la poesía, o quizás no, las palabras siempre guardan un secreto. Os
espero.