


Somos buscadores de letras
en tacitas de sueños,
prosa y verso que se
baten en duelo con el guión,
la musa andaluza
que llora en el romancero,
un beso perdido de Neruda
en la última canción.
Somos la golondrina
que vuelve en enero,
la antipoesía de un chileno,
un bombín con voz,
el tequila que emborracha
a José Alfredo,
la margarita
que se deshoja por amor.
Somos el marinero en tierra
que navega en una lágrima,
la pluma que cicatriza
al olvido con alcohol.
Una pupila desarmada
en la nostalgia de Violeta,
la saeta de Machado
donde se crucifica al corazón.
Somos un vaso de nostalgia
servido por la aurora,
el equipaje de la luna cuando llora
en los rayos del amanecer,
una boca que habla,
un sinónimo de verdad,
un escudo contra el miedo,
la balada del no pasaran.
Somos los que luchamos
con la pluma en la trinchera,
con el verso por bandera,
los nietos de la tricolor.
Los que pintan sueños con letras
en el vuelo de la libertad,
los que bailan con el silencio
en un rincón de la soledad.
¿Quiénes son los poetas
andaluces de ahora?
Los que nunca se han de callar.
Ser el jugador vencido
en el tablero de una lágrima
ha sido, esta tarde, mi huida.
He intentado cazar tu sonrisa
con un cobarde lo siento,
con la excusa de alejarme de ti
para estar siempre contigo.
Decirte que se acabo,
que el tiempo reduce al espacio,
que la nostalgia se disfraza
si cambiamos los besos por abrazos,
es la rutina de mi miedo.
Esta tarde he vuelto a huir,
me he encerrado del mundo
en la avenida de mi habitación,
en la estrechez de mi corazón,
en la espina de mi costado.
Un escaparate de recuerdos
forma el retrato de mi soledad,
la historia de otro humano
tan parecido a los demás.
La cometa de los sueños
es un rincón de realidad perdida,
yo sigo justificando mi huida
en este principio sin final,
en esta ciudad dormida
donde sin mí, eres vida,
donde la muerte me saluda,
donde yo solo soy sin ti
mi propia salida.
Donde en esta tarde,
tan fría, he vuelto a huir
de la limitada compañía,
de un ángel sin brazos,
del otoño y sus razones,
de la desembocadura
de mi noche, de la única,
de los inexistente reproches,
de mi inseparable huida,
de mi mismo, otra vez.