
No llegas tarde, tampoco triste,
ni siquiera cubierta en desesperanza,
llegas al hombre y en él te creas,
en él te das, él te gana y a ti,
libertad, te hace libre.
Yo no soy quien, por ser hombre,
de hacerte presa de un verso,
pero si de darte forma y cuerpo,
de mecerte en mis ojos,
de huir del sufrimiento.
De mirarte y sentir pena,
de maldecir a esta vida,
de maldecir a los que castigan
la sonrisa de quien te defiende.
Yo escribo en las manos
de quien te busca y no te encuentra,
de los que te llaman en silencio,
de los que como yo
mientras te lloran, libertad,
se dan cuenta
de que no están muertos.